La Ciudad

Situada en el centro geográfico de la provincia de Jaén, al oeste de las boscosas Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas, y bordeando la margen derecha de un Guadalquivir apenas retoño, se extiende Úbeda, ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad desde el 3 de julio de 2003.

Nuestra ciudad ocupa una posición preeminente entre los enclaves renacentistas nacionales. España cuenta con pocos Centros Históricos de tanta calidad y extensión. Su riqueza patrimonial se refleja en cada piedra de sus palacios, plazas, iglesias y conventos, recordándonos la rica historia de una población que ha sabido conservar su pasado para deleite de generaciones futuras.

Eugenio D'Ors, tras una de sus visitas a Úbeda, llegó a escribir que en esta ciudad se sentía como transportado a Ferrara o a Brescia, "ciudades del norte de Italia, puros santuarios de singular devoción". Y, ciertamente, ante la belleza urbanística que presenta el extenso centro monumental de Úbeda, no podemos por menos que sentirnos sorprendidos. Es asombroso el conjunto de palacios que reflejan el poder y la riqueza de una burguesía y nobleza ubetense que no dudó en contar con los más afamados arquitectos para la construcción de sus residencias, muy al gusto de las nuevas tendencias que empezaban a imperar en la Italia del siglo XVI.

Pero, aun con ser la arquitectura renacentista, por su fastuosa y brillante profusión, el rasgo más sobresaliente del urbanismo de Úbeda, no por eso dejan de merecer la máxima atención otras construcciones de estilos bien diferentes. Lejos de romper el perfecto equilibrio ciudadano, airosos volúmenes árabes, góticos o barrocos contribuyen al enriquecimiento del enorme tesoro monumental que nos ofrece esta ciudad en la que se dieron cita las más diversas civilizaciones.

En esta integración radica la prodigiosa fisonomía de Úbeda, en donde cada calle, cada plaza y cada barrio son como células armónicas que configuran un terminado perfecto.

En esta ciudad bien acabada como pocas, en la que no hay lugar para las estridencias, la sorpresa está presente en cada esquina.

Aunque bastante atípica por su fisonomía tan extrañamente cercana al peculiar sabor de las ciudades renacentistas italianas, no se crea que, por ello, Úbeda deja de sentirse profunda e íntimamente andaluza. Sus arraigadas fiestas, sus artesanías milenarias, su sabia gastronomía o la idiosincrasia de sus gentes confirman un patente andalucismo al que jamás renunció esta ciudad, que en otro tiempo fue fronteriza, y cuyo prolongado pasado árabe, común al del resto de los pueblos y ciudades de Andalucía, se presiente y se intuye en muchos de los rincones de su geografía urbana.

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